La imagen de un Campo hace sesenta años.

Habitaciónes en degradación.

La estatión ferroviaria en horas pico.

Un sábado por la tarde.

Puente de la Paglia con detrás el Puente de los Suspiros.

El primero de año en plaza de San Marcos.

Una marea de turistas invade regularmente Venecia.

Barcos super llenos de turistas.

Un paso obligado.

La agua alta del 3 diciembre de 2010.

El amanecer en plaza de San Marcos.

La isla de San Giorgio Maggiore al amanecer.

Ocaso sobre la laguna de Venecia.

Ocaso a Venecia.

Un lugar tranquilo de la ciudad.
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La Venecianidad

¿Tiene sentido aún hoy el término “venecianidad”?

Hoy, que Venecia ya no es lo que era, no hace doscientos años sino menos de cincuenta , hoy que la ciudad insular, que tenía 150.000 habitantes en 1956, tiene sólo sesentamil. Hoy que la mayoría de los venecianos se ha ido, algunos porque no encontraban trabajo (cierre de los talleres mecánicos del Arsenal, traslado de las Aseguraciones Generales a tierra firme), algunos porque ya no se adaptaban a condiciones de vida difíciles en viviendas muy deterioradas o oscuras, inadecuadas y sin servicios, algunos porque no encontraban alojamiento (especialmente jóvenes parejas, nuevas familias) y los propietarios preferían alquilar a precios desorbitados a estudiantes y extracomunitarios, otros porque deseaban comodidades, en otras partes habituales y allí imposibles, como el coche o el ciclomotor bajo casa.

¿Tiene hoy sentido hablar de venecianidad cuando más de doscientos mil ciudadanos del Municipio de Venecia viven entre Mestre, Marghera, Zelarino, Chirignago, Martellago y otras fracciones de tierra firme?. Hoy, que ya no hay casi ninguna actividad fuera del turismo , que cada día entran y salen de Venecia más de veinte mil trabajadores del sector turístico, que el turismo lo invade todo , hasta cien mil o doscientas mil personas en la ciudad durante los eventos principales (Carnaval, Noche del Redentor, Regata Histórica), hasta dieciocho o veinte millones al año, multitudes que van dejando tras sí una ciudad que parece devastada como después de una inundación.

Tenía mucho sentido antes de la caída de la Serenísima, cuando el patriotismo era un sentimiento transversal que unía todas las categorías sociales en el afecto por la República, “la nostra bona Mare”, nuestra buena madre.

También tenía sentido en 1848-49, cuando Venecia insurrecta resistió por mucho tiempo el asedio del ejército austríaco (que experimentó en esta ocasión sobre ella el primer bombardeo aéreo de la historia, dejando caer bombas desde globos aerostáticos), y se rindió sólo porque estaba desfallecida por el hambre y las enfermedades.

¿Pero ahora?

Hoy, ser veneciano, para muchos es la sensación de pertenecer a una especie en vías de extinción, de ser los últimos herederos de una civilización desaparecida, de la que acabará poco a poco desvaneciéndose también el recuerdo. Sin embargo para muchos otros, especialmente aunque no sólo jóvenes, es la total consciencia de vivir en una ciudad “diferente”, gozando de esta diversidad: para muchos, y entre estos los no venecianos que se han trasladado aquí por libre elección, es la alegría de vivir en medio a la belleza, de darse cuenta que un simple paseo de casa a la oficina, a la escuela, al cine o al gimnasio, puede representar un problema, un puente tras otro, vaporcitos abarrotados (de turistas), paraguas, si llueve, blandidos como espadas en un continuo duelo, chapoteando y trepando por las pasarelas en caso de agua alta. Sin embargo reserva un continuo cambiamento de escenario, uno más fascinante del otro, fachadas de iglesias y de palacios, fragmentos de paisaje, albas y ocasos que parecen creados por los mayores maestros , visiones extraordinarias que aquí representan la cotidianidad de la existencia.

El veneciano consciente metaboliza entonces la diversidad y las dificultades, las considera incidentes que son ampliamente compensados por la fortuna de gozar permanentemente de algo único en el mundo. Goza de la admiración que tantos visitantes demuestran a veces de manera entusiástica, soporta la vacuidad de tantos otros que no ven y no quieren ver; sufre y se indigna por la idiotez de los vándalos, por la rapacidad de los aprovechados, por la vulgaridad de los ignorantes satisfechos de serlo.
Está satisfecho por el compromiso de muchos generosos que subvencionan las restauraciones de su patrimonio, de las crecientes multitudes de estudiosos que se amontonan en las salas de la Biblioteca Nacional de San Marcos y del Archivo de Estado, buscando en las antiguas cartas y en los libros los acontecimientos políticos y económicos de un pasado que guarda todavía muchas sorpresas. Ve también con orgullo, prosperar las dos Universidades del Estado, el campus universitario internacional de la isla de San Servolo y la Universidad católica “Studium Marcianum” recientemente instituida.

Sin embargo el veneciano vive la ciudad día a día en su cotidianidad, más allá de las celebraciones ruidosas, con una existencia simple que no está unida a factores mecánicos y alienantes, y que cada uno puede fabricarse a su manera.
No es necesario conocer la historia para gozar de esta ciudad fabricada, un trozo tras otro, durante más de mil quinientos años en un admirable encaje que no ha tenido urbanistas más que el azar y la necesidad, una creación espontánea que ha desafiado los siglos y a los agentes atmosféricos. El carácter y las tradiciones desaparecen arrollados por el tiempo, por la globalización y por el inevitables nuevos arreglos, pero, alejándose apenas de los ríos de gente que se arrastran cansadamente siempre por los mismos itinerarios, Venecia sigue siendo la misma.

En tiempos relativamente recientes, el Estado italiano ha aprobado más de una Ley especial para Venecia, que ha conllevado indudables ventajas promoviendo obras importantes en la laguna y en la ciudad, permitiendo el comienzo de grandes empresas de la ingeniería para la salvaguardia de las altas mareas procedentes del Adriático y haciendo posible notables intervenciones frente a importantes piezas del patrimonio arquitectónico, como el Arsenal, ciudad en la ciudad, poco a poco recuperado de la degradación.
Sin embargo, mientras hablamos, noviembre de 2007, parece que no haya dinero para volver a financiar la Ley. Y queda todavía tanto por hacer.
El alcalde, Massimo Cacciari, ha dicho recientemente que Venecia tiene necesidad de un mantenimiento diario extraordinario. Venecia, la laguna y los alrededores de tierra adentro, donde se está llevando a cabo una transformación, obstaculizada por la retaguardia de la industrialización que si por un lado ha creado ocupación, ha tenido como contrapartida todo tipo de hechos execrables contra la salud de la gente y de las cosas.

Esperar, no queda más que esperar un futuro mejor.


Alvise Zorzi

1800 - 2000 - - rev. 0.1.13

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Venecia y sus lagunas

Patrimonio de la Humanidad, diálogo entre culturas, ¿cuál es su futuro?

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