DIÁLOGO ENTRE CULTURAS

• Enfrentamientos entre las repúblicas marineras
• Puente de Rialto
• Alhóndiga de los Alemanes
• Las especias
• India, china y oriente
• La comunidad de Alepo
• Marco Polo

La singular posición geográfica de la ciudad de Venecia imprimió a su historia una prolongada vocación marítima que se hizo explícita en los términos de una intensa propensión a la circulación por el Mediterráneo, implicando la soberanía o al menos la hegemonía en el Adriático. Con esta finalidad, a partir del final del siglo XIII, Venecia se propuso disputar a la rival Génova el monopolio de la mediación comercial entre Europa y las costas orientales del Mediterráneo.

Estos intercambios venían a lo largo de dos arterias principales: la septentrional, que unía Venecia a la Morea , a Constantinopla y al Mar Negro hasta Azak/Azov; la meridional, que pasaba por Candia hasta llegar a Alejandría de Egipto, o por Chipre hasta tocar las costas sirio-palestinas ([Alejandreta], Latachia, Beirut, Acre, Jaffa). Aunque los barcos siguieron siendo durante toda la edad moderna el medio privilegiado para el desplazamiento de hombres y bienes, la vía de conexión marítima hacia Constantinopla, primero capital del Imperio Bizantino y después del Otomano, fue a veces sustituida parcialmente por la terrestre. Esta preveía el paso de las caravanas de mulas por los caminos, si bien poco seguros, que atravesaban los Balcanes desde los centros costeros de Kotor o Split.

Para algunos mercaderes venecianos, sin embargo, en el s. XIV la ruta septentrional no se acababa en las costas del Mar Negro: particularmente interesados en el comercio con China, estos mercaderes proseguían por la vía de la seda , la cual, a través del Asia Central, conducía a el Catay, en la actual China.
En este sentido, Marco Polo no debe ser considerado como un ejemplo aislado: la presencia de libros de viajes, mapas geográficos detallados y manuales trilingües (latín, turco y persa) atestiguan la asidua frecuentación veneciana de las costas del Mar Caspio hasta el confín oriental de la milenaria arteria comercial.

Durante toda la edad moderna hay testimonios de casos, menos frecuentes, de mercaderes venecianos que desde Siria continuaron hasta los grandes emporios de Bagdad y Basora, pero se trataba sobre todo de ejemplos aislados, desde el momento que el comercio veneciano con las costas del Mediterráneo Sud-oriental se basaba de forma estable en el comercio de especias y por tanto en la mediación caravanera que los mercaderes árabes realizaban con los bienes provenientes de Persia e India.

Aunque Venecia no ejerció jamás un completo monopolio del comercio con el Oriente, siempre animado por múltiples naciones comerciales, sus gobernantes, sus autoridades administrativas establecidas en los dominios del Stato da mar y sus operadores comerciales dispersos por los diferentes centros bajo soberanía bizantina, cruzada, mameluca y después otomana, cooperaron a lo largo de los siglos en la creación de un sistema de intercambio particularmente eficaz.
Éste fue tan intenso y hegemónico que constituyó una especie de modelo económico con el que debía llegar a un acuerdo cualquiera que quisiese actuar en las mismas rutas .

Cuando los portugueses alcanzaron los puertos indianos circunnavegando el Cabo de Buena Esperanza y se propusieron como mediadores privilegiados del tráfico de especias con Europa, el comercio veneciano conoció una peligrosa pero transitoria fase. Esto fue debido a los límites intrínsecos del circuito impulsado por los portugueses y al hecho de que la potencia militar otomana los hubiese contrarrestado victoriosamente en la boca del Golfo Pérsico, frenando su expansión. En este sentido, podemos afirmar que la unidad territorial del Imperio Otomano, asegurando la protección de las principales vías comerciales que a través del Mar Rojo, del desierto sirio y de Anatolia conducían a las costas mediterráneas, garantizó la continuidad del comercio realizado en este mar por los venecianos y, a partir de final del s. XVI, proporcionó nuevos competidores (ingleses, holandeses y franceses).

El Oriente no fue, sin embargo, la única zona hacia la cual se dirigió el interés comercial veneciano: el mismo mercado de Rialto albergaba diversas naciones mercantiles, entre las cuales resaltaba, por frecuentarlo con excepcional continuidad, la alemana, que se ocupaba de comprar mercancía oriental, organizando junto a los venecianos el traslado a las ferias del otro lado de los Alpes.

Junto a las operaciones de gran cabotaje con Oriente, Venecia se interesó también por el comercio con los puertos llamados de sotavento . Se trataba de los "caricatoi" (pequeños puertos, atracaderos) situados a lo largo de la costa oriental del Adriático, con los que la “República de San Marcos” mantiene una intensa y productiva actividad de intercambio, sobre todo de géneros alimenticios, desde la época de Federico II.

Además, en consonancia con la expansión del comercio del mediterráneo en el siglo XVIII, un nuevo interés por los puertos de Poniente, como Argelia y otros centros bereberes (de África del Norte), conduce a la fundación de una red de representaciones consulares venecianas a lo largo de la costa norteafricana.