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Desde épocas remotas, la zona nororiental del Mar Adriático ya albergaba numerosos grupos de personas que se dedicaban a la piratería. Tales grupos fueron más o menos numerosos y agresivos, dependiendo, en concreto, de la época histórica y de su coyuntura económica.
Las actividades desarrolladas por éstos, estaban esencialmente dirigidas a depredar las embarcaciones mercantiles que transitaban cerca de sus asentamientos. Más raramente realizaban rápidas incursiones por tierra a la caza de mercancías de las que apoderarse y de hombres a los que esclavizar o por los que pedir rescate. Esta actividad está documentada a partir de los primeros decenios del
siglo I d.C. y continuó con la misma modalidad al menos hasta la mitad del
siglo XVII.
En el caso dálmata, muchos factores hicieron que las poblaciones costaneras se decantaran por la piratería.
Un factor particularmente importante era la posición estratégica de sus asentamientos, desde siempre pasaje obligado de las ricas rutas mercantiles que unían Oriente, primero bizantino y después otomano, con los vastos territorios del continente europeo.
La presencia del comercio ha sido siempre, de hecho, la principal atracción para las poblaciones dedicadas a la piratería.
Otro factor relevante era la morfología del territorio, que favoreció a lo largo de los siglos la fuga y la ocultación tras sus empresas. Las muchas islas y los estrechos canales han facilitado también la capacidad para apostarse y prever la consistencia y fuerza de la víctima de turno, con frecuencia ignorante del peligro que se le avecinaba.
No se puede olvidar el apoyo y la connivencia de las poblaciones del lugar. La actividad de pillaje de los piratas ha sido frecuentemente apoyada por otros poderes, explotándola y usándola para su beneficio, a veces como una especie atípica de competición comercial con el estado o los mercaderes saqueados.
De todas formas, el área comprendida entre el extremo oriental de la península de Istria y las islas al norte de la ciudad de Zara ha sido en el trascurrir de los siglos sede de la piratería dálmata.
La voluntad de eliminar el fenómeno de la piratería dálmata se hace evidente en los hechos que llevaron a la República de Venecia a intervenir hacia el año 1000. El envío de la flota, organizada por el Dux Pietro Orseolo II contra los piratas narentani, hay que analizarlo teniendo en cuenta el panorama de los equilibrios internacionales de la época.
Tras la expedición, Venecia fue de hecho capaz de extender su dominio sobre gran parte de Dalmacia, creando las bases para el futuro control del Adriático y transformándose, de una ciudad lagunar, todavía enlazada al imperio bizantino, en una auténtica potencia regional . En aquella época, el problema de la piratería dálmata se conocía en el estado veneciano desde hacía casi un siglo y medio. Vale la pena, por tanto, recorrer los eventos que llevaron a un transformación tan profunda del papel y del peso político de la República.
Desde la época del Doge Pietro Tradonico , en el 836, ya se habían verificado los primeros enfrentamientos que llevaron a una sustancial victoria, no duradera, sobre los piratas dálmatas. En el 880 las correrías de los eslavos hasta las puertas de Grado, hicieron que la República buscase la alianza con los pueblos dálmatas víctimas de la piratería, como la ciudad de Zara, y con otros pueblos que habían rehuido el dominio imperial en el 820.
La victoria llevada a cabo contra los piratas eslavos fue completa, sin embargo, el hecho de que Venecia dejase en libertad a los piratas, una vez restituidos los bienes que le habían robado, indicaba la búsqueda aún de la paz y de una convivencia pacífica. En otras palabras, aún no convenía eliminar el problema y por tanto tal estrategia no se planteaba.
Algunos años después, en el 887, tuvieron lugar las dos expediciones organizadas por el Doge Pietro Candiano , ambas desafortunadas, en la segunda de las cuales el mismo conductor veneciano perdió la vida a manos de los neretvanos. Las vicisitudes prosiguieron con altibajos hasta la mitad del
siglo X.
Algunos acontecimientos relacionados con dichos enfrentamientos se siguen conmemorando durante las celebraciones venecianas. Por ejemplo, la fiesta celebrada el 31 de enero, día de la Purificación, trata de recordar la victoria de los venecianos sobre los piratas istrianos y neretvanos. Estos habían capturado algunas doncellas venecianas mientras se dirigían a la catedral de San Pedro en Olivolo , para bendecir sus dotes antes del matrimonio, como era tradición. Al parecer, los piratas estaban junto a sus prisioneras cerca de Caorle, en un lugar llamado todavía hoy Puerto de las Doncellas, donde fueron alcanzados por los venecianos, derrotados y obligados a ceder el botín. Además de estos episodios puntuales, se puede intuir cómo la realidad dictada por la piratería ha influido en la vida y celebración de fiestas y aniversarios en el seno de la República de Venecia.
Se puede documentar el pago de una especie de tributo por parte de Venecia a los piratas hasta los años 80 del siglo X.
Esta situación constituyó para la clase dirigente de la República, entregada al comercio, la elección del mal menor. Pagar ciertas cantidades a los neretvanos significaba “asegurar” el propio y rico tráfico contra los ataques y depredaciones piratas. En el caso específico, se podría considerar que el precio a pagar para afrontar una guerra, sería demasiado alto comparado con el pago de un pequeño porcentaje de los beneficios mercantiles. La paz y la relativa prosperidad de la actividad comercial habrían compensado ampliamente la suma desembolsada. Sería erróneo considerar el pago de esta suma como una especie de debilidad militar o política de la República.
Con este propósito es significativa la denominación del Adriático como “mar de los venecianos” dada por el geógrafo iraquí Ibn Mawqal de Palermo, ya en el 972. De todas formas, tal situación estaba destinada a consolidarse con el creciente peso económico y político de la República. De hecho, en 1513, el almirante y geógrafo otomano Piri Reis definía el Adriático con el término de “Golfo de Venecia”. La elección como Doge de Pietro Orseolo II, contribuyó a cambiar el precario equilibrio obtenido entre la República y los piratas. El Doge, decidiendo no pagar más el tributo, desencadenó la represalia de los neretvanos contra el comercio veneciano.
La siguiente expedición, organizada por Venecia bajo el mando de Badoario (llamado “Bragadino”), se adentró hasta Lissa (actual Vis) que fue destruida. El saqueo de la ciudad conllevó la cruenta represalia de los neretvanos, esta vez extendida a gran parte de la costa dálmata.
No pudiendo confiar en la ayuda de Bisancio, los pueblos y puertos asaltados vieron en Venecia la única potencia capaz de oponerse a la fuerza de los eslavos de Neretva. Se realizó así una unión de intereses y perspectivas en un bloque que comprendía por un lado Venecia y por el otro Dalmacia, sometida a Bizancio, pero en busca de independencia y auto legitimación desde hacía ya más de un siglo.
Para Venecia constituyó una ocasión inigualable y el Doge Orseolo no dudó en atender la petición de ayuda de los dálmatas.
Las dos expediciones militares comandadas por él mismo, cosecharon grandes resultados. En la primera, las poblaciones de Grado, Parenzo, Pula y del Quarnero se le sometieron espontáneamente, suministrando ayuda a la armada veneciana. También juraron fidelidad los eslavos de Cres y Osor. Lo mismo sucedió en Zara y en las islas de Arbe y Veglia. Después de haber tenido contactos con los croatas, el Doge firmó una primera tregua, que comportó el cese del pago tributario veneciano a los neretvanos y el empeño por parte de éstos de no obstaculizar el tráfico veneciano.
A causa de la ruptura de esta última cláusula, una segunda expedición, partida el día de la Ascensión, conllevó el sometimiento de Korčula y la destrucción de Lastovo, que no se había rendido. A este suceso siguió la deportación de sus habitantes como esclavos a Venecia.
Como consecuencia de las dos expediciones, Venecia se convirtió en una auténtica potencia regional con el reconocimiento por parte de las ciudades conquistadas, aunque respetando las instituciones y las normas vigentes de aquellos lugares. Este hecho estaba destinado a mantenerse como característica del dominio veneciano, tanto en los siglos venideros como en áreas muy heterogéneas entre ellas.
El poder político y el comercial se fundían de forma cada vez más inseparable.
Es lícito, de todas formas, preguntarse qué final tuvieron los piratas, que tan obstinadamente habían obstaculizado la afirmación de la potencia veneciana. Es posible responder a esta pregunta recordando que las poblaciones de la costa dálmata, que se encontraban a lo largo de ricas rutas comerciales, tuvieron la posibilidad de defenderse en fortalezas muy bien protegidas, a sus espaldas por las montañas y hacia el mar por un dédalo de islas y una red de estrechos canales.
A los factores estratégicos y geográficos del lugar se añaden los políticos y económicos, es decir, el deseo de controlar parcialmente el lucrativo negocio oriental de paso por Venecia, por parte de otros estados competidores en dicho comercio. Entonces, las poblaciones costaneras se reorganizaron ya que la atracción de la posibilidad de un fácil enriquecimiento representó un empuje aún mayor que el miedo a la represión.
La lucha contra los piratas de la costa dálmata prosiguió por todo el siglo XIII asumiendo, a veces, considerables proporciones a causa del recrudecimiento del fenómeno. En 1221, el Papa Honorio III convocó una cruzada contra los piratas de esta región. En 1278, éstos perdieron dos islas básicas para su actividad: Brac y Hvar. Hasta 1444, los venecianos no consiguieron hacerse con la fortaleza de Almissa acabando, durante casi un siglo, con los problemas de la piratería adriática.
De todas formas, a partir de la mitad del siglo XVI, la cuestión volvió con fuerza por causas diferentes y con otros protagonistas. Tras la avanzada otomana en los Balcanes, grupos heterogéneos se establecieron en las costas, un tiempo ocupadas por los neretvanos. Los Uscocchi (término croata traducible como fugitivos), tendrán ocupada durante largo tiempo a la República, hasta la mitad del siglo XVII.
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