Los orígenes de la elaboración del vidrio en Venecia son muy antiguos: excavaciones arqueológicas realizadas en la isla de Murano y en la de Torcello, han indicado su presencia ya en el siglo VII a.C., quizás debida al traslado a la laguna de las poblaciones vénetas procedentes de la zona costera de Adria, donde habían aprendido el arte del vidrio. Sólo a lo largo del siglo XII es cuando la elaboración del vidrio se estructuró como una actividad organizada. En aquel periodo la actividad se concentró en la isla de Murano, y en 1291, con el edicto promulgado por el dux Tiepolo, que decretó el traslado a la isla de todas las fraguas todavía en función en el centro histórico veneciano, se acrecentó la importancia económica de la antigua Amurianum. Los vidrios de Murano se convirtieron desde entonces en un punto fundamental de la exportación veneciana y el mismo oficio de los maestros vidrieros fue tutelado, por medio de reglamentos, que prohibían el ejercicio a quien no fuese inscrito en el gremio y a quien quisiese trasladarse al extranjero.

El tipo de producción en los primeros siglos de actividad fue en gran parte de carácter funcional: botellas, vasos y lámparas, o bien con funciones decorativas unidas casi siempre a imágenes religiosas. El arte del vidrio veneciano se perfeccionó notablemente a partir del siglo XIV, tras la intensificación de los contactos comerciales con el Medio Oriente y la posibilidad de conocer en mayor medida la sapiente tecnología y la exquisitez de los vidrios sirios del Califato Fatimí, de la Dinastía Ayubí y de los mamelucos. Por otro lado, la técnica del vidrio soplado que se remonta al siglo I a.C., parece tener su origen en los fenicios, los antiguos habitantes del actual Líbano. Las tradiciones orientales unidas a la creatividad occidental, otorgaron a la producción lagunar aquellas particularidades que la han hecho famosa en el mundo.

Desde el siglo XV, cuando la elaboración del vidrio se convierte en una de las principales actividades de la República, se asistió a un notable desarrollo, debido principalmente al cambio hacia el vidrio blanco transparente que imitaba el cristal. El proceso para obtener este tipo de vidrio es mérito del gran maestro vidriero Angelo Barovier y garantizó a Venecia el predominio artístico por más de doscientos años, permitiendo ampliar la producción también a objetos más preciosos. Entre 1500 y 1600, la actividad de las vidrierías de Murano entró en crisis: la principal causa fueron la emigración de los maestros vidrieros y el descubrimiento de nuevos tipos de vidrio como el vidrio cristal al plomo de Bohemia y el vidrio cristal al potasio, inventado en Inglaterra en 1676. Las vidrierías de Murano consiguieron de todas formas recuperarse elevando el nivel medio de su producción, y todavía hoy el arte del vidrio se perpetúa gracias a los maestros vidrieros de Murano, auténticos artistas que llegan a conferir al material trabajado una gran variedad de formas y colores. Los vidrios, llamados “Murrini”, se obtienen acercando varias cañas de vidrio polícromo que se disuelven y mezclan entre ellas con el calor de la llama, hasta crear efectos verdaderamente únicos. Una vez enfriada, la masa vítrea es limada y pulida para hacerla completamente lisa.

Desde 1861, en el antiguo Palacio Giustinian en Torcello, tiene su sede el Museo del Vidrio, donde se conservan auténticas piezas de anticuariado como la Copa Nupcial Barovier (1470-1480), precioso manufacturado de la vidriería histórica, una colección única de vidrios procedentes de la necrópolis de Enona (II siglo a.C.) en Dalmacia, y piezas de famosos diseñadores en una amplia sección dedicada al vidrio moderno.

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