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Tras la destrucción del Templo de Jerusalén por los Romanos en el año 70 d.C, la diáspora de los judíos, presentes desde tiempos antiguos sobre territorios del Imperio Romano y en otras ciudades del Mediterráneo, se intensificó. A partir del siglo X, comenzaron a emigrar en Alemania, donde desarrollaron actividades mercantiles y financieras. Conocidos con el nombre de Asquenazíes, hablaban sobre todo el yidish. Empujados por la peste de 1348, de la que con frecuencia se les hacía responsables, muchos judíos asquenazíes se dirigieron hacia el sur, creando diferentes asentamientos en Véneto, donde obtuvieron el permiso para desarrollar la actividad de prestar dinero, ocupación prohibida por la iglesia cristiana a sus fieles.
Desde el comienzo de la diáspora o también siguiendo la expansión árabe, muchos Judíos se habían establecido en España, dando lugar a la comunidad Sefardí . Después de 1492, el año de la "reconquista", es decir, del alejamiento definitivo de los musulmanes del territorio español, estos judíos fueron hechados de la península ibérica y se dispersaron por toda Europa. Acogidos al principio de manera desconfiada por la República veneciana, fueron después aceptados en la ciudad gracias a su notable habilidad comercial, financiera y diplomática, y se añadieron a la comunidad alemana presente en Venecia desde hacía más de un siglo.
Además de las comunidades asquenazí y sefardí, en Venecia estaba presente hacia el final del siglo XIII, una comunidad italiana procedente de Italia meridional, en concreto de Roma. Sus miembros, dedicados también estos sobre todo al préstamo de dinero, se mezclaron con los núcleos hebraicos asquenazíes hasta englobarse en la nación alemana.
Una cuarta nación o comunidad que mantuvo intacta su identidad fue la levantina , compuesta por los judíos procedentes de Oriente, que podían ser habitantes de Venecia o transeúntes que iban a Venecia sólo para realizar sus negocios.
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