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La encuadernación artística de los libros entra dentro de las llamadas artes menores, de tal modo, que las suntuosas encuadernaciones bizantinas y orientales, así como los antiguos dípticos romanos, se deben considerar auténticos objetos artísticos. Venecia ha sido artífice y maestra en este arte, sobre todo en los años que van de 1470 hasta 1570 aproximadamente.
En Italia hasta casi la mitad del siglo XV, el oficio de la encuadernación se distinguía por una gran simplicidad, muy medida y casi frugal, de carácter monástico, hasta cuando gracias a la influencia morisca, introducida en Nápoles por los aragoneses, se pasó a decoraciones cada vez más ricas. A esta filón se adecuaron rápidamente tanto Venecia como Roma y Florencia. De esta manera se obtuvieron encuadernaciones en cuero marroquí negro, marrón o rojo con impresiones a seco de diferentes motivos geométricos. En Venecia, este tipo de corriente de encuadernación se enriqueció frecuentemente añadiendo artísticas guarniciones metálicas para proteger las esquinas de los volúmenes. Alrededor de 1480, con la llegada a Venecia de algunos artesanos persas, los volúmenes fueron enriquecidos todavía más con marcos de claro gusto oriental y con diseños impresos no con hierros sino a mano con oro líquido. El Leonardo Bruni de la Biblioteca de San Marcos, realizado por uno de los talleres venecianos de la época, es un precioso ejemplo de la valentía de aquellos artesanos. Uno de estos fue Aldo Manuzio, tipógrafo y encuadernador, que entre 1495 y 1519 creó una elegante edición de libros con las hojas estilizadas en las esquinas y forrados en preciado cuero marroquí negro. Otra influencia procedente del extranjero fue el uso germánico del cuero grabado: una técnica que permitía forrar, además de los libros, también cofres y estuches de varias formas y partes decorativas de escudos y armaduras.
Algunas obras raras y valiosas, auténticos ejemplos de orfebrería, se remontan a los primeros decenios del siglo XVI: insignes manuscritos como el Breviario Grimani o el antiguo Evangeliario de Isidoro de 1170, encuadernado en 1529 por un orfebre de nombre Alvise, representan al mismo tiempo admirables trabajos de encuadernación y de orfebrería.Las “Comisiones”, son volúmenes que representan una antigua costumbre de la República Veneciana y que han permitido continuar la evolución de la maestría y del gusto de los artesanos encuadernadores. Estaba en uso, para los magistrados y cónsules enviados a administrar las ciudades de los dominios venecianos, recibir en el momento de su nominación un volumen manuscrito sobre pergamino con las instrucciones para su conducta política y administrativa. Estos volúmenes, siempre datados y con la impresión del retrato del dux, estaban revestidos con preciado cuero marroquí, generalmente rojo, con ornamentaciones impresas a seco. Alrededor de 1560, imitando a la escuela de Constantinopla, las “Comisiones” se hicieron más vistosas, doradas y lacadas, a veces nacaradas, casi como preciosos escriños que tomaron el nombre de “Ducales”.
En los siguientes siglos, el gremio de la encuadernación veneciana fue cada vez más floreciente, llegando a la cúspide durante 1700: la industria veneciana del libro, gracias a un sistema comercial complejo y eficiente, dominó sin oposición todos los mercados italianos, manteniendo una posición de superioridad en los países ibéricos y de oriente. La crisis llegó durante el siglo XIX, cuando el sector pasó progresivamente de una posición de hegemonía a un papel complementario en el mercado editorial italiano, poniendo de esta manera en dificultad a toda la industria del libro.
1300 - 1400 - - rev. 0.1.8