La pipa aparece en Europa junto con el tabaco en los primeros años del siglo XVI. Se trata de pipas de terracota, pequeñas y sencillas aunque funcionales. El bajo coste, la facilidad de fabricación y la estética cautivadora animaban su utilización, a pesar de que su duración era más bien limitada debido a la fragilidad del material. Al principio las pipas eran pequeñas porque el tabaco era raro y costoso. Se veían en la boca de los marineros españoles y portugueses, pero fueron los ingleses a determinar su afirmación en Europa. Los mayores centros europeos para la producción de pipas de terracota se encontraban en Holanda, Inglaterra, Francia, Bélgica, España e Italia. En aquella época eran de arcilla blanca, las llamadas “pipas de escayola”, todavía hoy en producción.

En Italia, entre los lugares donde fue floreciente la producción y el comercio de pipas de terracota, se distinguió Chioggia. Durante el curso del siglo XIX se alcanzó una producción anual de cuatro millones de piezas, a la que participaron seis fábricas especializadas.

El primer testimonio documentado sobre la producción de las llamadas pipas de Chioggia se remonta a 1655, pero es probable que se fabricasen pipas en Chioggia ya desde los inicios del siglo. De factura sencilla, se realizaban utilizando la arcilla del río Po, material que tras la cocción, asumía un típico color rojo anaranjado, al que los artesanos de Chioggia permanecieron siempre fieles.

Hacia la mitad del siglo XVIII, la sencilla pipa de tierra roja se volvió más refinada en la forma, adornada con frisos y esmaltada. En el siglo XIX la producción de Chioggia, siguiendo los dictámenes europeos, cambió estilo de nuevo: las pipas ya no se debían esmaltar y la creta fue tratada con agua salada para que adquiriera, una vez cocida, el característico color amarillo marfil.

Otro elemento indispensable de la pipa de Chioggia era la “caña”, es decir la boquilla de madera que para los entendedores debía ser absolutamente realizada en madera de Marasca, una variedad de cerezo. Los viejos fumadores, de hecho, mezclaban al tabaco algunas hojas de Marasca trituradas para dar un gusto particular a la calada. El éxito de las pipas de Chioggia, además de por la estética, se debió sobre todo a las cualidades y propiedades técnicas que permitían un tiro seguro y un humo más depurado. Todavía hoy en Chioggia se pueden encontrar algunos pequeños talleres de cerámica y loza que vuelven a proponer las famosas pipas de terracota, creadas según la técnica artesanal de otros tiempos.

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