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“El arte del hierro forjado forma parte de las tradiciones de nuestra tierra”, les gusta decir a los pocos maestros herreros que quedan en Véneto. Hoy son raros los talleres donde el hierro se forja a fuego, y los pocos que quedan van desapareciendo por falta de encargos y de trabajadores especializados en este antiguo y noble oficio.<p></p>Sólo en los primeros decenios del siglo pasado, ser herrero significaba ejercer una labor creativa que consistía en labrar en caliente el metal y forjarlo de forma plástica, permitiendo de esta manera realizar con inventiva auténticas obras maestras.
Historia del hierro forjado y de los herreros venecianos
En Venecia los favari, desde la mitad del siglo XI eran obligados a prestar gratuitamente su trabajo para cualquier necesidad del Gobierno del Palacio Ducal, convirtiéndose con rapidez en determinantes para la economía ciudadana ya que el resto de los gremios utilizaban instrumentos fabricados por ellos. Fue al inicio del siglo XV, cuando Venecia se expandió por tierra firme, que surgieron los problemas para los herreros venecianos. En las comarcas de Feltre y de Belluno, en Bérgamo y en los valles bergamascos, en Brescia y en Val Trompia, se producían herramientas, utensilios y armas en hierro forjado de calidad superior y a costes inferiores respecto a los productos venecianos. Esto se debía a la presencia en el lugar de minas de materia prima, sobre todo carbón, necesario en el funcionamiento de las fraguas para trabajar el hierro, pero también y sobre todo a la habilidad de los herreros de la “circunscripción alpina”, influenciados por los colegas alemanes vecinos, auténticos maestros, insuperables en el arte del hierro.
Venecia se encontró entonces ante la necesidad de proteger a sus propios artesanos. En 1407 obligó a los herreros procedentes de Trento y de Valsugana, especializados en reparaciones y en la recogida de hierro viejo, a inscribirse al gremio de los favari. En 1432, no por casualidad cuatro años después de la conquista de Brescia, se determinaron algunas categorías de mercancías consideradas estratégicas, de las que fue prohibida la importación: las piezas de hierro de los barcos (pernos, timones, garfios, anclas, cadenas y clavos), los utensilios (machetes, sierras, hachillas, cinceles, etc.) y el sector de las cerraduras (candados, llaves, cerraduras y goznes). A continuación, estas prohibiciones fueron suavizadas en parte, aun cuando el control estatal sobre una actividad tan importante como la de las armas (sector también este rigurosamente reglado), permaneció siempre muy atento hasta la caída de la República.
Sólo en el curso del siglo XVIII, el hierro forjado dejó de ser utilizado únicamente para usos de necesidad básica, usándolo también con finalidades decorativas: un espléndido ejemplo son las verjas, rejas y balaustradas de las magníficas Villas Vénetas, presentes por todo el territorio.
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