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Los puertos de las ciudades costeras italianas que se asoman al Mar Tirreno no eran muy frecuentados por los barcos venecianos, ya que la costa tirrena estaba, al menos hasta el siglo XV, bajo la influencia de la República Marinera de Génova, durante muchos años enemiga de Venecia. Los únicos fondeaderos comerciales seguros eran algunos puertos de Sicilia Oriental y de Cerdeña, donde los barcos venecianos cargaban grandes cantidades de sal, sustancia muy preciosa en aquella época. Lo era tanto, que el estado veneciano animó de tal forma su importación hasta convertir en obligatorio una cierta cantidad en el cargamento de cada barco mercantil. Más hacia el oeste también las islas Baleares producían mucha sal, preparada para ser cargada en las cocas venecianas.
Por la costa sur del Mediterráneo, en los países llamados “del Garbo”, el Magreb norteafricano, los comerciantes venecianos compraban lana de buena factura que era después exportada de nuevo a los centros de la industria textil de Val Padana.
En 1344 se armó una importante nueva muda dirigida a Aigues-Mortes en Gard, el principal puerto de la Francia de aquella época. En el mismo año, a una muda ya existente en 1311, se le añadieron otras dirigidas a Inglaterra y Flandes. Gracias a estas últimas, con convoyes de barcos obligados a afrontar el Océano Atlántico y los mares del norte, en Venecia se empezaron a construir galeras más grandes y robustas, con una carga máxima de hasta 250 toneladas. Las mude trazaron nuevas líneas de navegación y rutas comerciales, de tal forma que las flotas venecianas pudieron gestionar regulares enlaces marítimos entre el sur y el norte de Europa: transitando por el Estrecho de Gibraltar, con etapa en Ceuta, los barcos mercantiles continuaban por el puerto inglés de Southampton, y de Ostende y Amberes en Flandes, hasta el confín con el otro área funcional del comercio costero gestionado por la Liga de Hanse, que operaba por el Mar del Norte y en el Báltico. Los puertos del sur de Inglaterra y de Flandes servían a muchas grandes ciudades del norte de Europa, sedes de importantes ferias comerciales donde los venecianos compraban sobre todo lanas y telas, vendiendo a cambio los productos que llevaban desde Oriente, como las especias, piedras preciosas y semipreciosas y seda.
A inicios del siglo XVIII, la introducción en el mercado internacional, a precios más bajos, de los encajes de Brujas, de Gante y los franceses en general, llevó a una neta bajada de la producción de Burano y a la crisis de la industria veneciana del encaje.
1300 - 1400 - - rev. 0.1.14