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Se remonta al siglo IX la corriente de pensamiento, lanzada por un grupo de patricios venecianos, dirigida a favorecer una política exterior de apertura al mar y al comercio hacia oriente, dada la fuerza y la habilidad con que Venecia asumía cada vez más la función de punto de unión entre Europa, el mundo islámico y las zonas de influencia bizantina. La vecindad con el Imperio Franco y las relaciones privilegiadas con el oriente bizantino y Constantinopla hicieron de Venecia en poco tiempo uno de los principales puertos de intercambio entre oriente y occidente. Se permitió así el desarrollo de una clase mercantil dinámica y emprendedora que a lo largo de casi cuatro siglos, transformó la ciudad, de un remoto asentamiento y avanzadilla imperial en una potencia independiente y patrona de los mares.
La mayor parte de las mercancías procedentes del Norte de Europa y de Oriente, productos preciados y materias primas entre las que estaba la madera, empezaron a pasar por Venecia. Ésto contribuyó al nacimiento y al desarrollo de actividades lucrativas subsidarias a comercios como el transporte de esclavos, el transporte de personas, el servicio postal y el comercio por cuenta de terceros.
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